lunes, 4 de diciembre de 2023

Atardecer en el mundo perdido (Flores-Tikal-Ciudad de Guatemala)

Tras despedirnos del coche, nos dirigimos a la terminal del aeropuerto para volar a Flores. Esta isla rodeada por el lago Petén Itzá, es el campamento base de muchos turistas que visitan Tikal. Mientras esperábamos a embarcar, el destino nos hizo coincidir con unas españolas que también están en Austin con el programa PPVV. Poco antes habíamos visto por las redes que coincidíamos en el país pero nuestra ruta era diferente y no esperábamos juntarnos. El vuelo salió con una hora de retraso pero casi ni nos dimos cuenta mientras nos poníamos al día sobre nuestros respectivos viajes. 

Llegamos a Flores de noche, hicimos el check-in en el hostel y Bea y yo, fuimos a cenar recomendados por el de recepción a un restaurante a orillas del lago. Al principio todo parecía correcto: el lugar era bonito, la comida decente y la espera no fue muy larga. A media comida sin embargo, un ruido entre las hojas secas del techo, nos hizo levantar la cabeza y nos encontramos cara a cara con una rata que sin ningún pudor, miraba desde lo alto a los pocos que quedábamos en el restaurante. Intentamos ignorarla, aunque los camareros hacían mejor trabajo al respecto. Acabamos de comer y fuimos pronto a dormir, con el recordatorio animal, de que nos encontrábamos a las puertas de la selva.

Amanecimos tranquilamente, ya que hasta las 12:00 no nos íbamos a Tikal. Desayunamos con vistas al lago y dimos la vuelta a la isla un par de veces. Sus calles en algunos puntos, son conquistadas por el agua y los peces conducidos por las utopías, invaden las carreteras poniendo en duda el adjetivo imposible.

A las 14:30 la furgoneta que nos había recogido en Flores, al fin descansaba en Tikal. Nosotros esperábamos con ilusión comenzar la incursión en la selva, para adentrarnos en el pasado maya. Mientras esperábamos, unos rugidos provenientes de los árboles, nos pusieron en alerta. Al principio pensábamos que eran grabaciones, pero al ver a la gente mirar hacia los árboles, vimos que se trataba de monos aulladores. Los aullidos de estos simios, que se asemejan más a los rugidos de un Jaguar, sirven para marcar el territorio o avisar de algún peligro. Para nosotros fue el grito de bienvenida al yacimiento más famoso de Guatemala. 


El grupo inicial de unos 20 turistas, fue dividido en dos y así, junto a nuestro guía Tomás, oriundo de una de las pequeñas aldeas cercanas a Tikal, nos adentramos en el pasado. Tikal como Tomás insistía varias veces, es un parque mixto que combina el interés arqueológico con el de la naturaleza. La fauna y flora son tan importantes como el yacimiento y si no se han excavado ni el 20% de las ruinas es precisamente para no destrozar el hábitat de sus actuales habitantes.



Descubrimos la historia maya, rodeados por los sonidos de la jungla, acompañados de avistamientos de tucanes, monos araña y pizotes o coatíes, entre otros. Es inevitable no sentirse Indiana Jones caminando en medio de una selva colonizada por templos cubiertos de vegetación. A pesar de ser muy turístico, las ruinas se esparcen en los 575km cuadrados que recubre el Parque Nacional por lo que no es tan difícil hallarse solo por momentos.

La Gran Plaza está presidida por el fotogénico Templo I o Gran Jaguar y el Templo II o de las máscaras, al que se puede subir. Hay algunos lugares en el mundo que hemos visto tantas veces fotografiados que son viejos conocidos. Eso no cambia que estar de pie, viéndolos con los propios ojos y disfrutándolos con todos los sentidos, sea toda una experiencia.

Para cerrar el día Tomás nos guió hacia el Mundo Perdido. Este nombre tan inspirador, es el que se dió al complejo de 38 estructuras que se haya a unos 400 metros de la Gran Plaza y que por lo visto, tenía fines astronómicos. Hoy en día acoge a los turistas que quieren partir de Tikal, despidiéndose del sol. La empinada escalinata lleva a una estructura de madera donde se observa el atardecer de la selva. Para darle más misticismo nos pidieron estar callados. 

De esta manera, mientras todo se coloreaba de naranja, los ruidos de la selva se hacían dueños del silencio. En un árbol dos monos miraban hacia el sol; en lo alto del Mundo perdido, varios afortunados, asistiamos mudos a la muerte de un día más en nuestras vidas acompañados de unas vistas excepcionales. Una muerte que permanecería viva en nuestras memorias.

Volvimos al bus cubiertos por la noche, pasando a oscuras por los lugares que habíamos visitado; dichosos de tener un guía que se conocía el parque al dedillo. Arropados por la selva poníamos punto final a nuestra aventura en Tikal. 

Ya en Flores, nos volvimos a juntar con el grupo de españolas PPVV, Alba, Mery, Rocío y Natalia que todavía se quedarían un día más por Guatemala para visitar las ruinas de Yaxhá. De nuevo pasó el tiempo volando compartiendo batallitas; y es que la cultura compartida nos conecta más de lo que nos damos cuenta.

El último día anduvimos de nuevo por las calles anegadas de Flores, transitadas por la vida acuática, y le dimos la espalda a la isla por última vez, montados en un Tuk Tuk. 

En Ciudad de Guatemala, vimos la metrópoli latir desde el taxi, despidiéndonos en la oscuridad, de Guatemala. Un país lleno de colores, naturaleza e historia, que sólo nuestros miedos pueden impedir que veamos.

(23 a 25 de noviembre)

No hay comentarios:

Publicar un comentario