martes, 26 de julio de 2011

La ciudad del viento (Chicago)

Era evidente que no llegaríamos a Chicago ese día… Moe, nuestro amigo-palestino-conserje del hotel de Niagara Falls se ofreció a buscarnos alojamiento en Chicago (pues si reservaba él la habitación, nos hacían descuento como trabajadores del hotel) así que hacia allí fuimos, preparados para decir que trabajábamos en la lavandería del Niagara Falls Hotel (siendo hispanos nadie dudaría que fuese cierto). El tío hizo la reserva de nuestra habitación a su tarjeta de crédito directamente; increíble; lo que implicaba que si no llegábamos, le cobraban a él la habitación de todas formas. El caso es que el hotel que nos reservó estaba a casi una hora de Chicago; en Lansing (Illinois). Eso sí, gracias a Moe nos ahorramos esa noche por lo menos 70 dólares. En fin, llegamos a Lansing gracias a nuestros mapas de carreteras sobre las 22h tras perdernos un poco buscando la calle. Menos mal que aquí las calles se nombran por números… 


Al día siguiente subimos a Chicago, que rezuma ecos de gangsters. En el metro que nos llevaba del hotel a la ciudad conocimos a Bernardo (mexicano) y a Walter (un chino vendedor de hamacas) con los que visitamos la ciudad. Estas son las grandes cosas que te depara el viaje; de repente, te ves compartiendo experiencias con alguien al que no conoces de más de 15 minutos; una pasada... Comimos en un McDonalds, donde nos dimos cuenta que puede decirse que es el restaurante oficial de los indigentes americanos. Estuvimos viendo la ciudad con ellos hasta las 17h, cuando Bernardo cogió el metro hacia el aeropuerto y Walter decidió volver al hotel porque estaba reventado. Pablo y yo nos quedamos un rato más, conociendo la ciudad.


Las vías del loop (una especie de tranvía que cruza la ciudad por encima) y los callejones con edificios llenos de escaleras de incendio hacen sentir a uno que Al Capone le espera escondido tras alguna salida de emergencia. Chicago es amarillo y marrón cuando miras hacia adelante y tiene el negro y azul de las cristaleras de los rascacielos cuando miras hacia arriba. Nos encantaron la escultura que llaman la ‘bean’ (por tener forma de habichuela) que refleja todo el paisaje que la rodea, y la vista desde el piso 103 de las Sears towers (ahora llamadas Willis Towers), el edificio más alto de EEUU, donde puedes caminar casi literalmente por el cielo gracias a una cristalera que hay en el suelo.

Como curiosidad, en la ciudad está la primera mansión Playboy (en cuyo jardín habían, sospechosamente, dos conejitos). Tras dos días, nos dirigimos desde el hotel hasta la calle Adams St. donde empieza la histórica Route 66. En nuestro Dodge sonaba Highway to Hell cuando pasamos por el cartel que marca el inicio de la carretera que unía Chicago con Los Ángeles. Ahora nos dirijimos hacia el Sur en la carretera por excelencia de USA, la Mother Road. 






Nos acercamos a Springfield entre maizales y campos verdes; el sol está a punto de ponerse, y por la carretera ya nos hemos encontrado con varios ciervos (lo cuál, para unos europeos como nosotros, es algo que no se ve todos los días). Una vez suenen notas de blues provenientes de Sant Louis, nos desviaremos al este, al otro lado del Mississippi, en busca de la ciudad de las luces de neón, el viejo Rock & Roll y el country: Nashville.
Pero visto lo visto, eso puede que sea mañana. Probablemente, esta noche dormiremos por el camino en algún motel de carretera. Mother Road decidirá...


Yo nací para ser viento y los caminos recorrer (decía Carlos Goñi).

1 comentario:

  1. contado así parece un viaje místico, muy bonito vuestro blog, habéis ganado un lector :)

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